viernes, 10 de diciembre de 2010

Memorias: 4.- Tor'watha

"El bosque es así, se calla cuando hay intrusos". Beleth recordaba las palabras de su madre. Si alguien era experta en bosques, esa era ella; y lamentablemente había comprobado cuánta razón tenía. Ojalá las personas fueran como los bosques, y bastara con plantar unas cien tiendas élficas y disponer hombres armados en un campamento para hacerles callar.

No se escuchaba trinar a los pájaros, no se oía el murmullo de los linces husmeando entre los arbustos. Les rodeaba una amplia extensión de flores de fuego y parterres silvestres, vegetación que crecía de manera desordenada entre las raíces de los altos olmos y los frondosos mallorn, los árboles de hojas eternamente doradas propios de su tierra. El viento suave agitaba las ramas y le revolvía el cabello, atado en la nuca. A su alrededor, los soldados aguardaban como estatuas alrededor de las tiendas, serenos y firmes.

El silencio era el presagio de la guerra. Se dio la vuelta y contempló las construcciones de piedra de los Amani, frente al campamento. Aquellos muros altos con relieves de serpientes y entrelazos extraños que tanto inquietaban a quien no estuviera acostumbrado a verlos. Sus hogueras ardían en la ladera, Beleth casi podía escucharles golpeando los tambores y afilando las hachas de piedra, a pesar de que aún les separaba una larga distancia del enemigo.

Otro sonido, mucho más claro y para nada imaginado, interrumpió sus pensamientos e hizo alzar el vuelo a un puñado de aves que se posaban en las ramas de un tilo.

- ¡De ninguna manera!

El rugido de un león, desde el interior de la tienda central.

Beleth suspiró y se acercó con calma, apartando los cortinajes y entrando a la comandancia, donde Lord Lamarth'dan y Lord vel Noerth permanecían, tensos, frente a frente ante el mapa desplegado. La voz de Sahenion era suave, grave y contenida, con ese tono digno y señorial propio de él, mientras respondía al grito de Gareth.

- Será un gasto de energías y suministros que podemos ahorrarnos. Quizá podamos ganar sin pelear. Negar la oportunidad es una insensatez.


- ¿Ganar sin pelear? Son TROLS. Esa escoria amorfa y aberrante captura a nuestra gente y la quema viva para honrar a sus dioses paganos - respondió ardientemente Gareth, alzando la barbilla. Todas sus palabras eran imperativas, teñidas de desprecio - ¿Qué clase de diplomacia piensas practicar con los TROLS, Lamarth'dan? No tenemos nada que darles a cambio de una retirada. Es más, ELLOS son quienes tienen que darnos a nosotros.
- No se trata de eso. Presta atención. No es cuestión de llegar a acuerdos, sólo de asustarles lo suficiente como para que se retiren pacíficamente.
- Incluso si funcionara, se retirarán para reunirse con la escoria de Zeb'sora, en los bosques del sur. Desde allí, se rearmarán para volver a atacar.


Beleth se dirigió frente al mapa, con las manos a la espalda, sin decir una palabra. Gareth vel Noerth era un torbellino pelirrojo, enorme y de gesto adusto, que cada vez que hablaba parecía estar emitiendo un juicio sobre la vida y la muerte. Un elfo tan acostumbrado a la batalla y a comandar soldados que todas sus frases tenían el tono de órdenes directas, y uno sentía el impulso inicial de responder a ellas "sí, señor". Sahenion Lamarth'dan, más espigado y de porte regio, era el paradigma de la frialdad y la distancia. Su modo de expresarse solía estar caracterizado por el desapasionamiento, pero en las habituales discusiones, Gareth conseguía encenderle una chispa en la mirada a Sahenion.


- Aunque desciendan hasta Zeb'sora, bueno será. Al menos los sacaremos de Canción Eterna y tendremos tiempo de reagruparnos. El ejército reforzará las fronteras. Acorralarles en Zul'aman no deja de ser una ventaja, Gareth.
- Exterminarles es una ventaja. Hacerles recular sin batalla es darles más tiempo de vida a esas bestias, más ocasiones para planear el modo de volverse contra nosotros. ¡Deberíamos aplastarles sin más! - replicó Gareth, haciendo unos gestos en el mapa - Podemos colocar armas de asedio aquí y aquí, enviar los rompechizos contra sus aojadores...
- No tenemos armas de asedio - dijo Beleth por primera vez.
- ... y cuando estén desarticulados esos malditos brujos, caer sobre ellos desde los flancos...
- No tenemos armas de asedio.
- ...y acabar con ¿Estás seguro, Hojazul?


Beleth asintió con la cabeza. Claro que estaba seguro, había hecho tres inventarios de armamento y soldados.


- ¡Pero pedimos catapultas!
- Las pedimos hace una semana, Lord vel Noerth. No deberíamos contar con tenerlas ni en esta batalla ni en las dos o tres siguientes. Las cosas de palacio, van despacio.


Sahenion asintió, volviéndose hacia Gareth.


- Creo que podemos convencerles de que retrocedan. Es cierto que no contamos con muchos hombres armados, pero...
- Es un error dejarles con vida. ¡Es un error!
- No estamos en disposición de vencer, vel Noerth. Ellos conocen el terreno demasiado bien y no hemos podido contar con más apoyos. Sólo tenemos a nuestros hombres de confianza.


Ambos elfos suspiraron y se apoyaron en la mesa, mirando el mapa. Los ojos rojos de Sahenion se fijaron en la figura tranquila y apacible de Beleth Hojazul, que hasta con la armadura puesta parecía un elfo muy sosegado. Miraba el mapa en silencio, con la expresión de quien espera encontrar en él las respuestas al sentido de la vida.


- ¿Qué opinas tú?


El elfo se rascó la barbilla bien afeitada y habló en tono calmo al cabo de unos segundos.


- Creo que podemos obtener una victoria limpia si combinamos ambas cosas. Diplomacia y batalla.
- Bien, pero ¿Qué pondrías primero, la diplomacia o la batalla? - interrumpió vel Noerth - Estarás de acuerdo en que es absurdo dejarles con vida.


Beleth sonrió a medias, alzando la mirada.


- Creo que podemos aprovechar las peculiares creencias paganas de los trols para, digamos, convencerles de que sus dioses les dan la espalda en esta guerra. Si sus dioses se enfurecen y arrojan fuego sobre su aldea, serán más que receptivos a las peticiones de Lord Lamarth'dan, quien magnánimo, podrá ofrecerles una retirada para evitarles la maldición de sus ancestros.


Gareth frunció el ceño, plantando la mano sobre el mapa.


- ¿Dioses trol arrojando fuego? ¿Y de dónde los vamos a sacar?


Beleth señaló en el mapa las montañas colindantes al campamento de Tor'watha, arrugando el entrecejo con suavidad.


- Contamos con una veintena de magos de batalla. Podemos distribuirlos aquí, entre las montañas, y que conjuren a la vez su magia de fuego desde aquí, algo más atrás de la estatua de su ídolo. Preferiblemente durante la noche, que es cuando realizan sus rituales guerreros. Incluso si no se decidieran a retirarse, sembrar la duda en sus corazones minará la moral de los Amani.


- Al amanecer tendremos las tropas preparadas - añadió Gareth - para acorralarles aquí, dejándoles una vía de escape hacia el Sur.
- Antes de atacar, intentaré convencerles para que abandonen su empresa maldita. Los que no acepten tal cosa...
- Serán arrasados por el glorioso ejército de Quel'thalas, en nombre de la división Sin'belore.
- Cuando entremos en combate, es mejor que salgan de la aldea - añadió Beleth.


Gareth asintió con firmeza.


- Dejaremos a los magos en las colinas. Con escolta. Hacer arder su hogar les sacará a campo abierto.


Beleth sonrió, satisfecho.


- Una gran idea, General.
- Igualmente, Capitán.
- Creo que es una estrategia excelente, señores - asintió Sahenion - Y ahora, si os parece bien, podemos cenar y ultimar los detalles mientras tanto.


Beleth asintió, tomando asiento en un pequeño taburete y sacándose los guantes.


- Es de muy mala educación hablar de acciones bélicas en una cena de alcurnia, Lord Lamarth'dan - dijo seriamente, con un brillo burlón en la mirada - esto os pasará factura de cara a la excelsa sociedad de nuestro reino.


Sahenion sonrió a medias, llenando las copas con vino aguado y especiado. Antes de la batalla, nunca se servía alcohol sin rebajar, y apenas consumía un poco para acompañar las comidas.


- No sé como soportáis esas cosas - repuso Gareth, tomando la copa que le ofrecía Sahenion y sentándose en un banco contiguo, que crujió bajo su peso - Antes pisaría una taberna maloliente atestada de soldados que poner un pie en esas reuniones a las que acudís. ¿Realmente es necesario todo eso?


Sahenion meneó la cabeza, arqueando la ceja.


- No lo es... y como todo lo que no es necesario, es tan cargante que, cuando uno encuentra algo que valga la pena en esos ambientes, es como descubrir un tesoro debajo del barro.


Lamarth'dan y Hojazul compartieron una media sonrisa. El caballero más mayor inclinó su copa ante ambos elfos.


- Conocí a lord Lamarth'dan en uno de esos odiosos eventos. A vos, lord vel Noerth, en este campamento. Han sido experiencias muy agradables, pese a hallarme en ambos casos en un entorno hostil y dispuesto a enfrentarme a criaturas estúpidas que se maquillan demasiado.



La risa suave de Lord Lamarth'dan, contenida, se mezcló con la franca carcajada de Gareth. Las tres copas de cristal entrechocaron, y los tres caballeros se dispusieron a compartir una cena frugal y a rematar los detalles sobre el combate que tendría lugar al día siguiente.


El bosque seguía en silencio, y las hogueras de los Amani ardían en la lejanía, sin saber que en cuestión de horas, sus dioses les darían la espalda y las fuerzas unidas de los Elfos Nobles de Quel'thalas, bajo el estandarte de Sin'belore, les propiciarían una humillante derrota.




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Autor: Skadi







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