jueves, 21 de octubre de 2010

Memorias: 1.- El elfo tranquilo

En las fiestas de la nobleza lunargentina, Beleth solía mantenerse algo apartado y observaba con distancia cuanto allí sucedía. En aquella ocasión, aunque había establecido su campamento base en un diván del rincón y agitaba la copa con placidez, solitario y sereno, las conversaciones cercanas se colaban entre sus reflexiones hasta llegar a estorbarle.

No era él un elfo dado a las frivolidades, y si asistía a los actos sociales precisos era únicamente para no ofender con su ausencia a las pocas casas que todavía les enviaban invitaciones y siempre que no tuviera compromisos más importantes, como atender a su familia, cuidar el jardín o marchar en campaña. Así, mientras otros conversaban y las damas bailaban en corro en el centro del luminoso salón, él agitaba su copa y meditaba sobre sus asuntos.

Los Alasol habían engalanado adecuadamente la estancia para la celebración del solsticio, y todo el mundo había sido invitado. Casas altas y bajas, los nobles lejanos de reputación inalcanzable y su ejército de frívolas esposas. Beleth había acudido solo, Dana no se encontraba bien. Había vuelto a pedir un permiso en el ejército para dedicarse a la educación de su hijo menor, que traía de cabeza a la niñera con su carácter inquieto, y atender a su mujer. Estaba preocupado por ella, no tanto por el pequeño, que era una criatura sana y precoz. No tenía, en realidad, la menor gana de estar allí en aquel momento, y cuando Baledor Laranthel se dirigió a él, le pareció que una mosca molesta le zumbaba en el oído.

- ¿Y vos, Hojazul? - dijo el oficial, abordándole sin tapujos - ¿No creéis que el vino de los Alasol es el más excelente que habéis probado nunca?

Beleth tenía la copa llena. Miró al elfo pelirrojo de sonrisa petulante, a quien conocía vagamente de las reuniones militares para organizar los ataques a los amani. Sus contertulios también habían girado el rostro hacia él, con miradas distantes y un silencio extraño. Beleth enarcó las cejas y miró su copa al trasluz.

- No entiendo demasiado de vinos - dijo al fin, tras tomarse su tiempo - pero debe serlo. Decir otra cosa sería ofender a nuestros honorables anfitriones.

Laranthel se rió entre dientes e hizo un gesto a los tres elfos que le acompañaban.

- Aquí le tenéis, Beleth Hojazul... que se cortaría la lengua antes de tomar partido por nada, incluso en algo tan nimio como la calidad del licor. - dijo, en tono burlón.

Se escucharon algunas risitas. Uno de los señores presentes, un elfo alto de cabellos blancos y ojos carmesíes, permanecía serio y hierático.

Beleth sonrió. Laranthel era un noble con ínfulas que se había visto acuciado de una urticaria perpetua el día que Beleth fue nombrado capitán. No entendía demasiado por qué provocaba esa hostilidad a Laranthel, pero ya había sorprendido sus miradas desdeñosas en varias ocasiones. Su voz sonó reposada cuando volvió a hablar.

- No me atrevería a opinar sobre materias que desconozco, milord - repuso, tranquilamente - Sería una imprudencia por mi parte pretender algo así, por lo que me disculparéis si me reservo mi opinión. Por otra parte, hay cosas mucho más importantes sobre las cuales tomar partido o no, y os aseguro que en ellas no se refrena mi lengua.
- Desde luego que no - asintió Laranthel. Tenía los ojos brillantes y mantenía el tono insidioso y provocador al hablarle. "Ha bebido bastante", comprendió. - Sois la sinceridad personificada, ¿no es así? Por eso os colgaron los galones pese a vuestra procedencia.

Beleth suspiró y se incorporó despacio, dando su primer sorbo al vino. La mención de su procedencia le despertó un mordisco de ofensa en la sangre, pero lo acalló sin problemas. Estaba acostumbrado, y el orgullo vano no tenía cabida en su personalidad.

- Sobre mis galones... el día que me fueron impuestos, los oficiales mencionaron las palabras esfuerzo y dedicación. Respecto a la sinceridad, debo ser de los pocos que aún la conservan, ya que nadie ha tenido la decencia de comentarle al lord aquí presente que lleva una mancha de nata en las comisuras - dijo, señalando vagamente a uno de los acompañantes de Laranthel, que se llevó la mano a la boca, enrojeciendo. Beleth dejó la copa en la mesita, junto al diván - Y acerca del vino, como es evidente que os apasiona, aquí os lo dejo para que déis cuenta de él y determinéis si es o no el más excelente que habéis probado nunca. Parecéis todo un entendido.

Se le quedó mirando, observando con cierta diversión como la expresión de Laranthel se volvía lívida de rabia, se daba media vuelta y se alejaba, seguido del elfo de la mancha. Otro de ellos desapareció entre las cortinas con un suspiro, al ver que ya no había más que decir.

El elfo alto de ojos carmesíes se quedó, con una media sonrisa apenas esbozada en el rostro.

- No es tan bueno - afirmó, señalando la copa con un movimiento elegante de la cabeza - Tenéis una habilidad prodigiosa para hacer amigos. Creo que habéis ofendido a Lord Laranthel. ¿Siempre sois tan diplomático?

Beleth se quedó de pie, mirando al noble. Éste parecía algo más joven que él. También era alto, pero Beleth le superaba en altura unos pocos centímetros. Su expresión, lejana y pétrea hasta el momento parecía haberse vuelto más suave.

- Intento serlo si la ocasión lo merece. Pocas veces es así, lo cual explica vuestra anterior afirmación sobre mis habilidades sociales. Lord Laranthel se ofende solo rebajándose del modo en que lo ha hecho.
- ¿Pretender ridiculizaros es rebajarse, señor Hojazul?

Beleth esbozó una sonrisa escueta, recogiéndose los puños bajo las mangas de la toga. El desconocido le estaba dando trato de señor, mientras que Laranthel no lo había hecho en ningun momento.

- Yo sólo soy un padre de familia y un siervo de Quel'thalas. Mi casa es humilde, y no tengo ninguna intención de que deje de serlo. - afirmó tranquilamente - Personas de cuna más noble y mayores privilegios no tienen ninguna necesidad de reafirmarse tratando vanamente de humillar a alguien como yo.
- A menos que tengan grandes carencias. - repuso el elfo de la cabellera pálida. - Yo también tengo un hijo, y nunca será como Lord Laranthel
- Con uno así es suficiente, Belore no será tan cruel.

Ambos compartieron una sonrisa sesgada, disimulada la del elfo de ojos carmesíes, que habló a continuación.

- Así que sois sincero - repuso el caballero, mirándole de reojo - ¿Compartiríais una opinión sincera conmigo?

Beleth arqueó una ceja, manteniendo su gesto.

- Si es sobre algo en lo que esté capacitado para opinar, no tengo inconveniente.
- ¿Habéis oído hablar de Sahenion Lamarth'dan?
- Algo he escuchado, aunque no le conozco en persona.
- ¿Y os habéis formado una opinión?

Beleth negó con la cabeza. Los Lamarth'dan eran una familia de gran reputación, de muy alto prestigio. Al parecer, el patriarca era un diplomático de confianza en la Corte. Miró al elfo de los ojos carmesíes y reprimió una sonrisa.

- No. No habitúo a formar mis opiniones según lo que otros dicen ... pero cuando la tenga, si aún os interesa, os la haré saber, sea cual sea - respondió, inclinándose levemente. - Es un honor conoceros, Lord Lamarth'dan.

- Igualmente, señor Hojazul.






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Autora: Skadi


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